Sobre la bondad del trabajo y el amor por dos islas
La obra, compuesta por un estudio introductorio y cuatro ensayos suyos, versa sobre las convicciones del autor en torno al arte y el trabajo, pero además se refiere a su amor por la historia de Inglaterra y las sagas islandesas.
Extracto de la introducción:
La frase que da título a la antología está inspirada en la firma del pintor Jan van Eyck, a quien, como se verá en el primer ensayo de este libro, Morris toma como un excelente retratista de la bella cotidianeidad de siglos pretéritos; el artista flamenco firmó una de sus obras más famosas, El matrimonio Arnolfini (de 1434), diciendo que “estuvo allí”, que había presenciado lo que supo retratar. Y el artista inglés, exultante, sostiene además que viendo sus cuadros se puede “ver a través de sus ojos”.
A partir de esa idea, podemos sostener que William Morris estuvo, de alguna u otra manera, en todos esos lugares y momentos de los que habla en estos ensayos; que no se limitó a estar en el taller con sus compañeros de arte o difundiendo su mensaje en las inmediaciones de las fábricas, sino que además “estuvo allí”, que viajó con su imaginación a otros siglos, donde pudo escuchar de boca de los escaldos las sagas populares del Norte, o presenciar las invasiones que sufrió la isla que se convertiría en su Inglaterra. Y, a su vez, podemos también pensar que, tal como él sugiriese que hiciéramos con van Eyck, si nos disponemos a “ver a través de los ojos” del maestro artesano, podemos transportarnos con él y adentrarnos en sus narraciones. Porque habla con tanto conocimiento y con tanta pasión que al leerlo podemos sentir que lo que nos cuenta es lo que él mismo pudo experimentar. Y también sentir que sus escritos son una cálida invitación a que lo acompañemos en sus viajes.
Asimismo, la visión que inspira van Eyck es usada por el autor para oponerla al desinterés por el paisaje que ve en un contemporáneo suyo, quien se niega a verlo mientras comparten un viaje en tren. En ese pasajero, que simboliza la burocracia, la repetición y el tedio, el artesano ve el producto de siglos de exitoso adiestramiento. Pero, como suele pasar en un autor tan vitalista, el descontento parece alimentarlo e incitarlo a desear ser más claro al expresar su bienintencionada verdad.
“Ver a través” de los ojos de Jan van Eyck, más allá del talento que éste pudiera tener, solo es posible si la voluntad se entrega. Del mismo modo, hacerlo a través de los ojos de William Morris requiere de eso, y además de un interés en la eterna intención de “mejorar el mundo” –aun aunque pudiéramos no compartir su propuesta–. Pero, para que la visión sea completa, él añadirá a su vez una herramienta a la que sacraliza: el arte, el motor de cambio, de regreso a las fuentes de la belleza y la felicidad; y añadirá otra que en la llamada posmodernidad es más inusual que una mosca blanca: el trabajo digno, tan indistinguible del trabajo libre.
Si este libro le energizara, aunque levemente fuera, alguna que otra concepción sobre el arte, el trabajo o la libertad, también Usted podrá decir:
“William Morris estuvo aquí”.
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