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Mochuelo Libros

Libros artesanales

Actualizado: 8 ene 2023

Para conocer de cerca el trabajo de Mochuelo Libros


El pasado mes de Mayo de 2022, la revista digital Scholé de la Universidad de Córdoba, nos realizó una entrevista que queremos compartir con ustedes para que conozcan de forma cercana lo que pensamos acerca del trabajo artesanal. de los libros hechos a conciencia y cómo todo eso convive en el mundo en el que vivimos.



Y además se las dejamos aquí:

Una conversación con Andrea Ferrari y Tomás García Lavín




¿Por qué producir libros de carácter artesanal en esta época caracterizada tanto por la emergencia del libro digital como por la cantidad de libros impresos que son de muy buena calidad en lo referente al diseño? Hablando estrictamente de la labor editorial, nuestra producción artesanal responde al interés en adentrarnos cada vez más en el amplio mundo de los oficios relacionados con los libros. Es maravilloso ir formándose para disponer de recursos prácticos para encuadernar de diferentes formas –a veces, hasta casi innovando, por las características de algunos libros-objeto en los que hemos trabajado–, así como es apasionante ir conociendo sobre los infinitos papeles, las tipografías o las herramientas que se pueden usar. Además, en ese camino uno se va enterando de grandes editores, de grandes artesanos que resolvieron con ingenio los retos que su trabajo les demandaba. Por otro lado, evitar –en la medida de lo posible, obviamente– la mediación de los aparatos, nos ayuda a ser más conscientes de nuestro trabajo, y quizás a aprender de un modo más duradero. Asimismo, creemos que el trabajo artesanal, en general, mejora la relación de las personas con su entorno, y que, en nuestro caso, permite brindar a los lectores obras bellas, poseedoras de una identidad y una durabilidad mucho mayor que las que suelen ofrecer la mayoría de los libros industriales. Y, por supuesto, el afecto por lo material es una característica humana que, si es mesurada, nos parece saludable. Nos pone felices cuando recibimos mensajes de gente que, digamos, “atesora” nuestras ediciones, que es lo mismo que nosotros hacemos con libros de editoriales semejantes, con grabados, con discos o con alguna cerámica antigua. Las versiones digitales, que no tienen por qué ser demonizadas, no pueden ser las herederas del libro en papel. Teniendo en cuenta la poca relevancia que hoy por hoy tienen los libros digitales, su “omnipresencia” parece responder a una suerte de imposición proveniente de empresas u organismos enamorados de la idea de que vivamos en eso que ellos llaman “nube”, pero que no tiene la consistencia que le atribuyen. Sin duda el concepto de lo artesanal es polisémico, pero en el caso de los libros se asocia a un modo de realización un tanto tosca, de poco cuidado, porque pareciera imposible hacerlo mejor. ¿Qué significa, entonces, “artesanal”? Sí, es posible que hoy por hoy la realización de nuestros libros, de los libros artesanales en general, pueda parecer tosca. O que, quizás, exista el prejuicio de que un libro artesanal es tosco. De hecho, nos han dicho cosas como “Cuando supe que hacían libros artesanales me imaginé que usaban una abrochadora”, y lo dicen aceptando que tenían un preconcepto negativo; el cual, con el libro en la mano, se empieza a difuminar. Relacionándolo a lo que decíamos en nuestra respuesta anterior, es evidente que hay mucho marketing para propiciar un tipo de mercado, un tipo de producción y, casi te diríamos, un tipo de sociedad bastante poco variada y heterogénea en sus consumos e intereses. Y a raíz de concebirlo así, parece claro que subrepticiamente se le estén restando méritos al trabajo manual para enaltecer lo seriado e impersonal, es decir, lo que nos venden. Pero lo curioso es que los profetas del coaching digital, así como cualquier empresario cuya producción tienda a la obsolescencia, suelen gustar de objetos artesanos, en sentido amplio: es probable que tengan cuadros originales y no “arte digital”, que duerman en camas hechas por ebanistas y no en las que venden en los hipermercados o que, justamente, lean lo que más les interese en lo que toda la vida se llamó un libro. En nuestra concepción de “lo artesanal”, necesariamente debe haber una identidad detrás, una persona que aprendió, pensó, creó, fracasó, recomenzó hasta hacer ese objeto que tenemos en la mano o frente a nosotros. Cuando decimos identidad no hablamos de nombres, sino de la certeza de que esa silla que tiene un siglo fue hecha en el taller de alguien, con mucho tesón –acá debemos hablar de nuestro amigo William Morris– posiblemente alcanzando cierta felicidad tanto en el camino de la elaboración, en el proceso, como al ver la pieza terminada. Tal vez esa energía vital quede en el objeto y por eso nos agrade y encontremos algo especial, aunque sea lo que se hace desde hace milenios. Respecto de estas ideas, es significativo que ustedes destaquen un concepto de lo artesanal que no se refiere solo a la edición y al armado de los libros, sino también a la selección de los autores. ¿Cómo se entiende esta afirmación? Claro, lo que sugeríamos antes de que para nosotros lo artesanal implica también mucha preparación, consciencia, pensamiento, evaluación ayuda a empezar a responderte. Es decir, la selección de los autores de la mayoría de nuestras colecciones responde al interés de dar a conocer determinados mensajes en el marco de un libro artesanal. Por lo cual buscamos, y rememoramos, autores y contenidos que vemos acordes a un soporte material que requiere de más esfuerzo que el habitual, que, desde nuestra opinión –que puede o no ser compartida–, merecen ese homenaje de ser editados de una manera cariñosa. Y todo a pesar del tiempo que eso puede insumir. Pero insistimos, y ojalá sin ser demasiado redundantes, lo artesanal nos remite a una forma personal de hacer las cosas, así como de pensarlas y proyectarlas. El nombre de la editorial conlleva otra decisión que es necesario resaltar según se deduce del siguiente texto de presentación tomado de una la novela El camino, del escritor español Miguel Delibes: Seguramente, en la ciudad se pierde mucho el tiempo —pensaba el Mochuelo— y, a fin de cuentas, habrá quien, al cabo de catorce años de estudio, no acierte a distinguir un rendajo de un jilguero o una boñiga de un cagajón. La vida era así de rara, absurda y caprichosa. El caso era trabajar y afanarse en las cosas inútiles o poco prácticas. La última frase llama la atención porque se contrapone a valores profundos en nuestra cultura como “lo útil”, “lo práctico” y “lo eficaz”. ¿Cómo entender el significado de lo que se dice y cómo inspira lo que han decidido hacer? Esa cita del que consideramos un libro entrañable parece dar cuenta de una ostensible tergiversación que recorre las sociedades que son más o menos, como dicen, “desarrolladas”: lo útil, lo práctico y lo eficaz son conceptos en potencia altamente positivos, pero a veces se intenta monopolizar sus significados, hacerlos tender a coincidir con determinadas ideologías y actos propagandísticos. Pero la utilidad, la practicidad y la eficacia son virtuosas cuando se las busca con buenas intenciones. Parece una obviedad, sin embargo esta es sindicada como una época de supuestas posverdades, y quizás sea justamente “útil” recordar que el uso interesado de las palabras ha construido imperios cimentados en falacias. “Útil” también es una palabra que elegimos en 2014 para nuestro primer libro, de William Morris, porque su labor fue útil para él y para su sociedad. Y dio su mensaje con “eficacia”, y tanto que perdura en la Argentina del siglo XXI. Al mismo tiempo, realizó tareas “prácticas” relacionadas con los oficios de su tiempo y con la recuperación de otros que estaban malheridos: se especializó en labores muy diversas que van desde el trabajo manual a la traducción de lejanas leyendas. Volviendo a El camino de Miguel Delibes, la historia narra el paso de la libertad de la niñez a las responsabilidades que implican estudios superiores. El chico que crece debe ir a continuar sus estudios secundarios a Santander, a la capital. Pero él sabe que si se quedara en el campo, en lo que allí es también la montaña, podría producir quesos como su padre, por ejemplo. Y Daniel, el protagonista, ve eso como “práctico”, y al estudio formal en cambio lo ve como lo que citabas, como cosas “poco prácticas”. Entonces, nuevamente, depende de quién hable: para Daniel, poco práctico era irse a estudiar dejando la naturaleza, lo que él conocía, el lugar donde ya era feliz, no necesitaba más. Sin deseos de irnos de tema, elegimos el nombre de la editorial por este libro: a Daniel le dicen el Mochuelo, y el libro de Miguel Delibes fue escrito inspirado en el pueblo de algunos de nuestros antepasados, en Cantabria. Retomando la pregunta anterior, acaso eso también sea un ejemplo de lo que vemos como “artesanal”. La perspectiva que plantean sobre el libro, ¿no implica una visión elitista sobre el acceso a las obras dada la escasa cantidad de ejemplares que se pueden editar de modo artesanal? Mochuelo dista de ser elitista por muchas razones. Por ejemplo, ayer vimos que el libro de un afamado especialista en el cerebro vale bastante más que la mayoría de nuestros libros. Más allá de lo que pensemos de su contenido, esos ejemplares son hechos por centavos, a granel, por pulpos editoriales que responden a multimedios gigantes, que a su vez son de bancos que a su vez… O sea, nuestros libros tienen un precio accesible, y no pocas veces omitimos las horas de trabajo en el costo justamente para poder llegar a los lectores. Lo artesanal, más que elitista, puede responder a unos valores. Esto, como te comentamos, se refleja en la respuesta de lectores –muchos de los cuales, a partir de la valoración de esa forma de hacer, van convirtiéndose en amigos–. Y además, en más de una oportunidad fue una suerte de impulso para que otras personas se animen, sea a editar o a crear de cualquier otro modo artesanal. Nos han dicho que a partir de nuestra experiencia hubo gente que se dio ánimo para hacer sus proyectos. Lo cual, por supuesto, no significa ni de lejos una salvación económica, pero sí una manera de participar en la sociedad sin afectarla, intentando compartir textos que nos interesan. También, es valioso decir que si bien hemos editado a clásicos como William Blake o W. B. Yeats, Mochuelo siempre está abierto a colaboraciones de escritores y artistas que obviamente no tienen el reconocimiento de estos clásicos. Y nos encanta que convivan prometedores poetas jóvenes con gente que vivió en otros siglos.

De los primeros autores que publicaron, ¿qué breves textos les gustaría citar en forma de fotografías que se aproximen lo mejor posible al trabajo de diseño hecho? Si estos mismos textos fuesen presentados de otra forma, ¿tendrían el mismo significado y comprenderían las mismas emociones? Tu propuesta nos hace repensar, repasar el breve aunque intenso camino de nuestro sello. Como son obras que nos parecen muy sustanciosas, habría mucho por elegir, pero de manera casi azarosa seleccionamos estos pasajes:

  • Del primer libro, Lo bueno, lo útil y lo bello, de William Morris: “Si fuéramos sabios, deberíamos atesorar y sublimar cada instante (dejando a los demás hacer lo mismo), ejercitando placenteramente nuestras energías, lo cual es la única fuente de felicidad”.

  • De grano de polvo que brilla en el vacío, de Rafael Barrett, elegimos esta: “El siglo es ateo, pero lleva camino de creyente como ninguno; creemos en la ciencia”.

  • Después, de la edición de Magia, de Yeats, ilustrada de manera impecable por Rodolfo Fucile: “¿No debería recordarlo el historiador? Ángeles y demonios no son menos que reyes y soldados, que filósofos y conspiradores”.

Sobre la forma de presentación, como indicamos antes, creemos que en el objeto persiste cierta energía. Por lo tanto, si leemos frases tan potentes en una pantalla, quizás no tengamos el tiempo ni la concentración para irnos a divagar junto a ellas. Por eso, pensamos que no es lo mismo. Pero, a su vez, preferimos que las buenas obras se publiquen y lleguen a la mayor cantidad de gente posible. Aunque sospechamos que nunca estarán este tipo de frases en los sobres de café.


ANDREA FERRARI - TOMÁS GARCÍA LAVÍN Andrea C. Ferrari Formada en Historia. Se dedica al diseño editorial y al arte de la encuadernación desde hace una década. Realiza sus trabajos en España y Argentina. Tomás García Lavín Formado en Ciencia Política y en Religiones. Es librero de profesión y autor del libro “El río es” (Descrito Ediciones). También ha escrito ensayos, algunos de los cuales prologan las ediciones de Mochuelo.

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